Tocó a degüello el Barcelona y se zampó al Panathinaikos en cinco bocados. El 5-1 final con el que el equipo de Guardiola se ventiló al campeón griego en la primera jornada de la Champions se antojó como una tábula rasa para los blaugrana, que se tomaron el partido de ayer como un reinicio de curso. El Barça, hace borrón y cuenta nueva.
Acomplejado por su actuación ante el Hércules, el cuerpo técnico del Barça no dudó un momento y sacó a los 'panzers' desde el inicio. Esto es, los ocho campeones del mundo más Messi, Alves y Abidal. Casi nada al aparato. No obstante, la mismas ganas que pusieron los blaugranas en la salida del partido fueron las que les traicionaron de entrada. De salida, se embarulló el juego a causa de las prisas y las ocasiones, más que sucederse, se atropellaban. No se iba a ningún sitio por ese lado.
Y mientras el Barça salía a por los griegos como los leones a por los cristianos en el Coliseo, los de Nioplias resistieron en plan heroico. De esto los griegos saben un rato desde que pasó lo que pasó entre Leónidas y Jerjes en las Termópilas, y cuando más apretaba el Barça, los helenos sacaron un zarpazo inesperado que nació en Cissé y culminó Govou, quien superó a Abidal que puso el 0-1 en el marcador. Un resultado contra natura, porque hasta ese momento, el Barcelona era el único amo del balón. El milagro no podía durar.
La duda que se planteó tras el gol griego duró lo que dura en llegar una pelota a Xavi y que éste se la pusiera a Messi. Para que me entiendan, duró un minuto más o menos. Porque 65 segundos después de que Govou encendiera el calefactor del Camp Nou (esa nevera estropeada que hace 'grrr, grrr' y hace evidente a los locales que hay inquietud entre el respetable), el de Terrassa dibujó un pase maravilloso a Messi que se toreó al portero con ovación y vuelta al ruedo. Era el minuto 21 y la nevera estropeada se había silenciado, el Camp Nou era una fiesta y las cosas estaban en su sitio.
En cuanto al juego, todo igual. Un monólogo culé que tras el gol de Messi encontró la pausa que pedía el partido y su estilo. Y como el fútbol es caprichoso y cruel con los cronistas, dedicado a todos aquellos que dijeron que el Barça flojeaba en las jugadas de estrategia, Villa sacó petróleo de un saque de esquina que Busquets marró y puso el 2-1 en el marcador.
A partir de ese momento, fue coser y cantar para un Barça que liderado por un Messi que incluso falló un penalti, fue un gigante contra un equipo que se acurrucaba en su área pidiendo clemencia. Cayeron cinco goles y sólo el gusto por lo churrigueresco evitó que fueran más. El Barça se reseteó anoche.
Y mientras el Barça salía a por los griegos como los leones a por los cristianos en el Coliseo, los de Nioplias resistieron en plan heroico. De esto los griegos saben un rato desde que pasó lo que pasó entre Leónidas y Jerjes en las Termópilas, y cuando más apretaba el Barça, los helenos sacaron un zarpazo inesperado que nació en Cissé y culminó Govou, quien superó a Abidal que puso el 0-1 en el marcador. Un resultado contra natura, porque hasta ese momento, el Barcelona era el único amo del balón. El milagro no podía durar.
La duda que se planteó tras el gol griego duró lo que dura en llegar una pelota a Xavi y que éste se la pusiera a Messi. Para que me entiendan, duró un minuto más o menos. Porque 65 segundos después de que Govou encendiera el calefactor del Camp Nou (esa nevera estropeada que hace 'grrr, grrr' y hace evidente a los locales que hay inquietud entre el respetable), el de Terrassa dibujó un pase maravilloso a Messi que se toreó al portero con ovación y vuelta al ruedo. Era el minuto 21 y la nevera estropeada se había silenciado, el Camp Nou era una fiesta y las cosas estaban en su sitio.
En cuanto al juego, todo igual. Un monólogo culé que tras el gol de Messi encontró la pausa que pedía el partido y su estilo. Y como el fútbol es caprichoso y cruel con los cronistas, dedicado a todos aquellos que dijeron que el Barça flojeaba en las jugadas de estrategia, Villa sacó petróleo de un saque de esquina que Busquets marró y puso el 2-1 en el marcador.
A partir de ese momento, fue coser y cantar para un Barça que liderado por un Messi que incluso falló un penalti, fue un gigante contra un equipo que se acurrucaba en su área pidiendo clemencia. Cayeron cinco goles y sólo el gusto por lo churrigueresco evitó que fueran más. El Barça se reseteó anoche.
La duda que se planteó tras el gol griego duró lo que dura en llegar una pelota a Xavi y que éste se la pusiera a Messi. Para que me entiendan, duró un minuto más o menos. Porque 65 segundos después de que Govou encendiera el calefactor del Camp Nou (esa nevera estropeada que hace 'grrr, grrr' y hace evidente a los locales que hay inquietud entre el respetable), el de Terrassa dibujó un pase maravilloso a Messi que se toreó al portero con ovación y vuelta al ruedo. Era el minuto 21 y la nevera estropeada se había silenciado, el Camp Nou era una fiesta y las cosas estaban en su sitio.
En cuanto al juego, todo igual. Un monólogo culé que tras el gol de Messi encontró la pausa que pedía el partido y su estilo. Y como el fútbol es caprichoso y cruel con los cronistas, dedicado a todos aquellos que dijeron que el Barça flojeaba en las jugadas de estrategia, Villa sacó petróleo de un saque de esquina que Busquets marró y puso el 2-1 en el marcador.
A partir de ese momento, fue coser y cantar para un Barça que liderado por un Messi que incluso falló un penalti, fue un gigante contra un equipo que se acurrucaba en su área pidiendo clemencia. Cayeron cinco goles y sólo el gusto por lo churrigueresco evitó que fueran más. El Barça se reseteó anoche.
Y mientras el Barça salía a por los griegos como los leones a por los cristianos en el Coliseo, los de Nioplias resistieron en plan heroico. De esto los griegos saben un rato desde que pasó lo que pasó entre Leónidas y Jerjes en las Termópilas, y cuando más apretaba el Barça, los helenos sacaron un zarpazo inesperado que nació en Cissé y culminó Govou, quien superó a Abidal que puso el 0-1 en el marcador. Un resultado contra natura, porque hasta ese momento, el Barcelona era el único amo del balón. El milagro no podía durar.
La duda que se planteó tras el gol griego duró lo que dura en llegar una pelota a Xavi y que éste se la pusiera a Messi. Para que me entiendan, duró un minuto más o menos. Porque 65 segundos después de que Govou encendiera el calefactor del Camp Nou (esa nevera estropeada que hace 'grrr, grrr' y hace evidente a los locales que hay inquietud entre el respetable), el de Terrassa dibujó un pase maravilloso a Messi que se toreó al portero con ovación y vuelta al ruedo. Era el minuto 21 y la nevera estropeada se había silenciado, el Camp Nou era una fiesta y las cosas estaban en su sitio.
En cuanto al juego, todo igual. Un monólogo culé que tras el gol de Messi encontró la pausa que pedía el partido y su estilo. Y como el fútbol es caprichoso y cruel con los cronistas, dedicado a todos aquellos que dijeron que el Barça flojeaba en las jugadas de estrategia, Villa sacó petróleo de un saque de esquina que Busquets marró y puso el 2-1 en el marcador.
A partir de ese momento, fue coser y cantar para un Barça que liderado por un Messi que incluso falló un penalti, fue un gigante contra un equipo que se acurrucaba en su área pidiendo clemencia. Cayeron cinco goles y sólo el gusto por lo churrigueresco evitó que fueran más. El Barça se reseteó anoche.
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